El dolor que dejó la final de 1950 en el pueblo brasileño provocó dos destierros. El primero y más doloroso el que sufrió el arquero Moacir Barbosa por permitir el segundo gol de Uruguay, el segundo, que la camiseta blanca que utilizaba Brasil cuando juagaba de local no volviera a ver la luz del día.
Cuenta Pelé que ese fatídico día, escuchaba en la radio el fatídico partido y vio por primera vez llorar a su padre. Con el sentimiento a flor de piel, el niño que en ese entonces tenía 10 años, le prometió a su padre que él le daría la Copa del Mundo a Brasil. 8 años tuvieron que pasar para que O’Rei cumpliera la su promesa y diera por primera vez la alegría de saberse campeones del mundo al pueblo brasileño.
Sabías que…
Desde 1919 la escuadra brasileña vestía completamente de blanco. Tras el “Maracanazo”, la federación decidió cambiar los colores del equipo, para atraer la suerte y torcer el destino. Para ello convocó a un concurso en 1953, el cual tenía como condición que el nuevo equipamiento incluyera los cuatro colores de la bandera de Brasil: verde, amarilla, blanco y azul.
La propuesta ganadora fue la enviada por Aldyr García Schlee, un muchacho de 19 años que trabajaba como periodista en un diario del estado de Río Grande do Sul, área limítrofe con Uruguay.
El diseñador confesó a los diarios que hizo alrededor de 100 diseños y que al ver que no había una forma cromática de incluir todos los colores en la camiseta, decidió que la playera debería ser amarilla con vivos verdes en el cuello y en las mangas, el short debía ser azul y las calcetas blancas.
Años más tarde y ya con su diseño en el pecho de los jugadores, Aldyr reconoció que al vivir tan cerca de Uruguay el día del “Maracanazo“ festejó la victoria charrúa. Es así como el estandarte deportivo más querido de Brasil es producto producido doblemente por la “garra charrúa”.