La duda de quién es mejor si Cristiano o Messi se ha resuelto, por lo menos en lo que a nivel selecciones nacionales se refieren.
El astro argentino parecía haber aprovechado los meses de vacaciones pagadas que tuvo con el Barcelona desde febrero y, durante la primera fase de la Copa del Mundo, fue ese jugador letal, decisivo y que no teme echarse el equipo al hombro.
En contraparte, el luso se paseó por los campos amazónicos luciendo tres cortes de cabello y sólo 15 minutos del fútbol que le regalaron el Balón de Oro del 2013.
Con la pregunta resuelta, por lo menos para el 90% de los aficionados al fútbol, una nueva pregunta surgió, ¿dónde está ese Lionel Messi?
En Cuartos de Final sólo dio muestras de su calidad a cuenta gotas, es cierto, tomó la bocha en un rebote, regateó a dos suizos cual conos y mandó un pase preciso a di María, que el “fideo” terminó mandando al fondo de la red, pero ¿y luego?
Foto por EFE
Lo salvaron
Cuando más se esperaba del astro argentino, menos dio de su calidad, parecía resignado a caminar por el campo de juego, a no pelear ningún balón y a dejar que los obreros hicieran la labor de recuperar la pelota, mientras él no se ensuciaba las medias.
Al mejor jugador del mundo le pesó la Messidependencia de sus compañeros y en lugar de tomarlo como un halago a su calidad, se perdió en la medianía de sus compañeros, que de no ser por Romero y Mascherano, hubieran abandonado tierras brasileñas en Semifinales.
El astro elevado a los altares, que parecía haberse ganado con goles a los aficionados que le increpan día sí y día también el no sentir los colores de su país, les da la razón al pasearse por el campo como si fuera un anciano, como si el Mundial fuera un partido de exhibición en el cual sólo se le paga por hacer tres piques y seis regates brillantes, un anciano viendo la pelota de lejos esperando que el milagro pase y un balón le quede servido y con aires de grandeza el pueda embocar en las redes enemigas.
Goles son amores y la gente no le recrimina por ahora nada a su estrella, piensan que se guarda para hacer del Estadio Maracaná un monumento que, luego de la Final y tras la victoria del equipo Albiceleste, deba ser derribado para ocultar las grandes tragedias que los equipos rioplatenses han asestado a la historia futbolística de Brasil.
Pero si esto no ocurre y la aplanadora alemana les pasa por encima, las críticas y cuestionamientos sobre su carácter y liderazgo volverán a ser tema central después de la siesta de las cuatro, mientras los grandes toman el mate y los pequeños juegan el picadito en las calles de sus barrios.
Del altar al sepulcro
Del altar al sepulcro hay un paso, una delgada línea que muchos cruzan cuando en el pecho el corazón, por defender una camiseta, deja de latir.
Nadie duda de que Messi está en la cancha, pues la televisión lo enfoca jugada a jugada, pero nadie entiende el papel que ha querido desempeñar en los últimos encuentros.
El don de líder, de hombre de carácter lo ha dejado para el jefecito, mientras él se hace pequeño y su figura toma el tamaño de una pulga, de un ser minúsculo que, si está ahí, es para hacerles el grandísimo favor a los otros 22 muertos de poder jugar a su lado.
El domingo Lionel tiene la oportunidad de zanjar la eterna pregunta que los amantes de este deporte se hacen, ¿quién es el mejor del mundo?
Si decide ser el Messi de las tardes blaugranas, del tiki taka, del corazón de león o sigue siendo la pulga, el jugador que puede pero no quiere, que prefiere salir campeón en la play que en el rectángulo verde donde otros matarían por llevar el 10 en la espalda.