Después de la tormenta vino el “Piojo”. Cuando parecía que el seleccionado Tricolor no podía caer más bajo hace un año, llegó Miguel Herrera y se encargó de llevar al Tri rumbo al Mundial de Brasil 2014. Además, en dicho certamen hizo del conjunto azteca un equipo competitivo capaz de ilusionar a millones de mexicanos con su juego colectivo.
Fue un 18 de octubre de 2013 cuando el estratega finalmente cumplió su sueño y llegó a lo más alto de su carrera: el banquillo de la Selección Mexicana, donde Herrera aseguraba meses atrás estar listo para asumir el reto en caso de ser solicitado, hasta que finalmente su oportunidad se hizo presente.
Llegó en calidad de urgente, pues el momento que vivía México no era el mejor, recordando que el equipo estuvo a punto de quedarse marginado y sin una Copa Mundial, situación que Herrera solucionó cuando enfrentó en el repechaje a Nueva Zelanda.
La vida le dio una segunda oportunidad al disputar una justa mundialista ahora como director técnico, recordando que durante su faceta como jugador, Miguel se quedó en la orilla y no participó con México en aquella Copa del Mundo celebrada en Estados Unidos de 1994.
A diferencia de su predecesor, José Manuel de la Torre, quien durante el tiempo que estuvo al frente de México realizó todo un proceso y poco a poco fue armando un equipo, destaca el hecho de que el “Piojo”, además de tener el objetivo de clasificar a México en el Mundial, también tenía la complicada misión de preparar un equipo competitivo en tan poco tiempo.
A final de cuentas, sus decisiones fueron acertadas, considerando en términos generales el accionar del Tri sobre el terreno de juego, incluso, el mismo estratega admite que el trabajo realizado en dicho torneo fue aceptable, reconociendo que lo primordial era trascender más allá de un quinto partido.
Ahora en vías de una nueva etapa, Miguel Herrera ya trabaja para Rusia 2018 y espera que esta vez dicho proceso se logre cumplir hasta ese próximo certamen, de lograrlo, no cabe duda que el futuro de México volverá a estar en buenas manos.
